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Carrito

“Levantemos, pues, las demarcaciones y miremos de nuevo el mundo real. Levantemos demarcaciones y límites para poder tocar de nuevo nuestra sombra, nuestro cuerpo y nuestro mundo, con pleno conocimiento de que todo lo que tocamos es, en el fondo, el rostro original de nuestro propio ser verdarero” ~ Ken Wilber

Cuando llegamos al noveno escalón de la espiral zodiacal, ya llevamos un buen trecho en el viaje de la consciencia. Este signo mutable y de fuego, nos pone en contacto con experiencias nuevas, lejanas para nuestro entendimiento regular, y que nos inducen a correr algunos velos de lo que creíamos “normal”, cierto o verdadero.

Opuesto a su complementario Géminis, signo de carácter social, Sagitario se concentra en el viaje del SÍ MISMO, donde en contraste con otrxs profundiza en su verdadera identidad. Estos signos son diferentes polaridades de una misma vibración, comparten una misma búsqueda: respuestas y sentido. Uno busca hacia afuera, el otro hacia adentro.

Encarnado por la figura mitológica del centauro, Sagitario representa también la integración de dos mundos o dimensiones: la realidad material y la vida espiritual. Su doble naturaleza nos habla de la integración del cuerpo y la mente. Es en esa unión donde nos conectamos con la sabiduría. Sin embargo, solemos separar al ser humano del animal (la naturaleza que somos), y dejamos nuestro lado “salvaje” fuera de la consciencia (la sombra). El centauro no puede sino convivir con ambos lados de su naturaleza dual.

Nuestra “animalidad” animada por deseos, necesidades y pulsiones, convive con nuestra capacidad de reflexionar sobre los mismos. Si en las primeras fases de nuestro viaje de autodescubrimiento (Aries, Leo) ese instinto se nos aparecía con especial fuerza, después de haber pasado por las crisis y transformaciones escorpianas (octavo signo), será necesario reformular nuestro acercamiento a esa fuerza interior y darle una dirección que ya no sólo está orientada hacia los fines personales, sino hacia la totalidad de la cual somos parte.

El viaje zodiacal de Aries a Virgo, nos plantea un camino de autodescubrimiento, donde en cada signo se va integrando al anterior, generando un todo cuyas partes se comunican claramente entre sí. Cuando comenzamos el “viaje de vuelta” de Libra a Piscis, nos encontramos con complejidades mayores. Es en el campo de las relaciones (personales y sociales), donde debemos enfrentarnos a las dualidades y paradojas de la existencia humana.

Más aún si nos internamos en el campo vibratorio de Sagitario, el mítico centauro Quirón, en su mitología nos invita a reconciliar la paradoja creada entre Saturno y Urano (planetas entre los cuáles orbita), pues representa un camino de resiliencia, forjada en la pugna entre un cuerpo de carne y hueso que sufre y se degenera (el aspecto material) y el camino de la consciencia superior (el aspecto universal y cósmico) tanto individual, como colectivamente.
Justamente, una de las más poderosas enseñanzas que este arquetipo nos propone, es la aceptación de las incongruencias humanas, en un mundo paradojal. Pues, mientras habitemos un tiempo/espacio encarnados en un cuerpo/ego, es simplemente imposible la coherencia total. Es decir, en este plano no podemos ser individuo y totalidad al mismo tiempo. Y eso nos duele tremendamente.

Por siglos hemos vivido “hechizados” bajo sistemas de creencias religiosas (y también racionales y científicas) que separaron el mundo y sus experiencias en buenos y malos. Una de las sombras de Sagitario es apuntar su flecha en nombre del BIEN, para finalmente hacer exactamente lo mismo que reniega.
Estamos ante una crisis masiva de paradigma, y esto es una tremenda oportunidad para re-significar a Sagitario, lo filosófico, lo existencial e incluso lo religioso y espiritual.

En su dimensión transpersonal Quirón, por lo tanto, Sagitario, representan una herida que une a toda la humanidad: la dolorosa y desoladora separación con la naturaleza. Quirón, refiere a las durezas de la vida que nos confronta con la necesidad trabajar nuestro ser interior. Nos enseña a través de experiencias concretas (generalmente vinculares) que el dolor es parte de la vida, y que su integración consciente, nos permite acceder a nuevas dimensiones de nuestra propia experiencia humana. El proceso de curación es un viaje de autoconsciencia profunda, y podría estar simbolizado por el pasaje de Escorpión a Sagitario, donde el resultado final es la capacidad de dar sentido a esas experiencias limitantes.

Tanto el contacto con el dolor, como el miedo a la muerte, han sido parte de nuestro proceso evolutivo desde siempre. Sin embargo, mientras más separados de la naturaleza estamos, más posibilidades de sufrir por lo inevitable: la constante transmutación.

Sin embargo, en ese contacto con la totalidad es que no podemos evitar toda una nueva gama de emociones, que no sólo nos convocan a nivel personal, sino que nos atraviesan completamente. Tomamos consciencia de un dolor más grande y desgarrador, pues al mismo tiempo, nos sentimos impotentes antes la imposibilidad de dar soluciones que transformen esas realidades. Joanna Macy llamó a esta sensación ‘el dolor por el mundo’ y en enumeró todas las maneras en que evitamos confrontarlo, lo que nos recuerda una de las grandes sombras de este signo de fuego, la excesiva idealización y la evasión de los aspectos duros de la existencia.

La paradoja está en que, justamente en consciencia de que SOMOS NATURALEZA, es que podemos restaurar realmente nuestro SER. Desde esta perspectiva, “el mundo no es un problema a ser resuelto; es un ser viviente al que pertenecemos. El mundo es parte de nuestro propio ser y somos parte de su totalidad sufriente. Hasta que vayamos a la raíz de nuestra imagen de separación, no puede haber sanación. Y la parte más profunda de nuestra separación de la creación yace en nuestro olvido de su naturaleza sagrada, que también es nuestra propia naturaleza sagrada.” (Llewellyn Vaughan-Lee).

En este fin de ciclo anual, podemos volver a pasar por el corazón esta conexión sagrada. Recordar que inter-somos y que todo lo que nos sucede en un nivel personal, es al mismo tiempo, una experiencia compartida. Dediquemos tiempo a cuestionar nuestros pedestales perceptivos, y abrirnos a otras miradas y perspectivas. Somos tan diversos como complejos, por lo tanto, intentar homogeneizar nuestras formas de ver y experimentar la vida, es un intento vano. Mejor aceptar este hecho cuánto antes y ejercitar la empatía, la colaboración y la capacidad para sostener diálogos respetuosos aún frente a distancias valóricas.

Abrazos celestes, en un potente mes de Sagitario!

Mónica – @astrologia_conectiva.

Ph: Matt Jones